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Résumé

Une caractéristique du roman El reino d’este mundo du Cubain Alejo Carpentier est d’embrasser un espace temporel très vaste partant de l’esclavage des Noirs en Haïti à la période de l’indépendance de la première République noire.

Les quatre temps que nous y analysons entretiennent une relation dynamique dont la progression peut être comparée à celle des trois mimèsis de Platon dans sa Poétique, en ce sens que chaque séquence temporelle se déploie et se referme sur une autre séquence jusqu’à la dernière qui échappe à toutes les autres.

De manière plus précise, le temps chronologique constitue le point de départ du processus de transformation – ensuite vient le temps élastique, puis le temps circulaire – dont l’aboutissement est l’intemporalité, c’est-à-dire un monde où tous les temps s’universalisent en un temps unique, le seul à même d’appréhender ce que l’auteur nomme l’authentique permanence de l’homme.    

 

 

Introducción

La concepción carpentieriana del tiempo en la novela El reino de este mundo saca sus raíces del universo real maravilloso descubierto cuando la visita de la tierra de Haití por el novelista:

El libro que va a leerse ha sido establecido sobre una documentación extremadamente rigurosa que no solamente respeta la verdad histórica de los acontecimientos, los nombres de personajes –incluso secundarios-, de lugares y hasta de calles, sino que oculta bajo su aparente intemporalidad un minucioso cotejo de fechas y cronologías, y sin embargo, por la dramática singularidad de los acontecimientos, por la fantástica apostura de los personajes que se encontraron en determinado momento en la encrucijada mágica de la Ciudad del Cabo, todo resulta maravilloso en una historia imposible de situar en Europa, y es tan real, sin embargo, como cualquier suceso ejemplar de los consignados para pedagógica edificación, en los manuales escolares…[2]

 

De esta descripción del mundo recién descubierto, aparece una paradoja a partir de la cual se desarrolla una visión dialéctica de la temporalidad. Es decir que el tiempo cronológico tiende, mediante su novelización, a su propia negación y desaparición para dejar paso más tarde a otros tiempos.

En otros términos, las cronologías representan el punto de arranque y la palanca de un proceso de transformación gradual de alcance simbólico que acaba por llevarnos hacia la intemporalidad de un mundo de todos los tiempos. Éste es el mundo de la auténtica permanencia del hombre, un mundo en el que todos los seres humanos somos contemporáneos, los de todos los siglos, sean prehistóricos, medievales o modernos. Esta visión está sustentada en las siguientes palabras de Cesar Leante:

No existe la modernidad en el sentido que se le otorga, el hombre es a veces el mismo en diferentes edades y situarlo en su pasado puede ser también situarlo en su presente… (Ama) los grandes temas, los grandes movimientos colectivos. Ellos dan más alta riqueza a los personajes y a la trama[3]

 

Pero en esta aparición simultánea de varios tiempos en un tiempo único, sinónimo de intemporalidad, se encuentra la esencia de lo que lleva a dicha intemporalidad: la movilidad o elasticidad del tiempo. Éste, vuelto inestable, goza de la extraña facultad de alargarse o de reducirse en la trama de la historia narrada. Es pues un tiempo multiforme que fraterniza con otro tiempo que es circular, un tiempo que sigue la trayectoria de un círculo cerrado, por no decir como Mario Vargas Llosa, de una serpiente o “episodios que se muerden la cola”[4]

Como es de notar, la elasticidad o circularidad son los procedimientos técnicos con los cuales el novelista cubano maneja los acontecimientos para sacarlos de su nivel cronológico y llevarlos al de una intemporalidad psicológica y mítica, al tiempo o mundo de lo inmutable y eterno, como viene mencionado en El Siglo de las Luces.

Esta aprehensión teórica de la temporalidad la vamos a desarrollar en torno a tres ejes que representan cuatro tiempos. El primer eje corresponde a la presentación cronológica de la historia. El segundo consiste en el manejo de esta cronología mediante la movilidad elástica y circular. El tercer y último eje, que es una negación de la temporalidad en todos sus aspectos móviles, postula la trascendencia de lo inmóvil, es decir un tiempo único situado más allá de todos los anteriores con más duración en la eternidad mítica que lo caracteriza.

  

I. El tiempo cronológico o histórico

 

Entre su descubrimiento y su desaparición intentamos presentar los hitos predominantes de su trayectoria y la estimación de su cronología.

 

I.1. El hilo del relato

“El hilo del relato" corresponde a la trayectoria de la historia narrada. En El reino de este mundo, vamos de La Llanura del Norte para Santiago de Cuba de donde regresamos con Ti Noel a Haití que dejamos de nuevo para ir a Europa pasando por el gran imperio de Henri Christophe. El retorno final nos lleva hacia el punto de partida: La Llanura del Norte. La narración se hace casi siempre con el personaje de Ti Noel –excepto en la estancia de Roma – hasta la desaparición de éste provocada por el “gran viento verde” cuyo soplo terrorífico y destructor recuerda aquel ya famoso viento bíblico que aniquila Macondo y cierra Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Por el personaje de Ti Noel al que volveremos al final de este estudio, conocemos a Mackandal y su gran influjo en los esclavos negros quienes, después de la muerte del rebelde mandinga, no dejan de confiar en su regreso. También, descubrimos a Bouckman, el iniciado jamaicano que capitanea una nueva rebelión de negros. Este suceso vivido casi accidentalmente por Ti Noel cuando el  embarque de perros destinados a cazar cimarrones en Haití nos introduce en el mundo de desvarío de Paulina Bonaparte antes del descubrimiento sucesivo del palacio fabuloso de Sans Souci, de la ciudadela La Ferrière y del monarca negro Henri Christophe. Sigue pues el horrible suplicio de Cornejo Breille y por fin el mundo de negros felices y libres, fruto de la imaginación del mismo Ti Noel. Entonces, con éste, termina la novela como había empezado.   

  

I.2. La cronología de El reino de este mundo

 

Se trata de una agrupación ordenada de los grandes focos históricos a que se ha referido Carpentier. En esta presentación, aparece un paralelismo constante entre la narración y los episodios históricos, episodios sangrientos de Haití que abarcan un período de unos sesenta años, desde mediados del siglo dieciocho hasta principios del diecinueve.

En esta temporalidad cifrada, El reino de este mundo aparece dividido en cuatro partes:

- La primera parte se desarrolla en la segunda mitad de los años sesenta del siglo dieciocho[5].  Comprendemos la falta de una mayor precisión en esta fecha que se refiere a hechos nada oscuros, bien escritos en libros de historia haitiana consultados por el escritor cubano, como el de Mackandal y la famosa rebelión del Veneno encabezada por éste hasta su muerte en mil setecientos cincuenta y ocho.[6]

- La segunda parte abarca la gran rebelión de los negros dirigidos por el jamaicano Bouckman y la emigración masiva de los colonos blancos a Santiago de Cuba. Se sitúa entre el período de la Revolución francesa[7], aludida a través de la expresión “algo había ocurrido en Francia”[8], hasta mil ochocientos dos, año que corresponde a la muerte del general Leclerc llegado a la isla con su regimiento y su mujer Paulina Bonaparte, hija del rey francés Napoleón.

- La tercera parte cubre el año mil ochocientos veinte y toca al reino de Henri Christophe quien, proclamado monarca de Haití en mil ochocientos once, muere tras nueve años de un poder tiránico.

- La última parte “transcurre en la primera mitad de los veinte del siglo diecinueve”[9]. Nos lleva a Italia en compañía de la reina María Luisa (viuda de Christophe) y de las princesas con el lacayo Solimán antes de transportarnos de repente a una tierra de Haití llena de agrimensores, quienes abren paso para republicanos mulatos como el Presidente Boyer, entre otros.

Cabe precisar que entre estas diferentes partes, hay unos cuantos años de intervalo, más precisamente unos veinte entre la primera y la segunda y entre la segunda y la tercera, mientras que entre la tercera y la última hay una relación de sucesión casi inmediata.    

 

II. La transformación de la cronología

 

La reconsideración de la visión cronológica del tiempo se hace mediante la presentación de otros tiempos que son dos: el tiempo elástico y el tiempo circular.

 

II.1. El tiempo elástico

 

La particularidad de este tiempo radica en su doble capacidad de prolongar su duración hacia épocas remotas y de reducirla a veces en un abrir y cerrar de ojos. De compararlo con el tiempo estudiado anteriormente, éste, según la dirección de su transcurso, está en oposición con el tiempo cronológico o histórico y corresponde con el alargamiento de éste. Es decir que a veces sigue un camino completamente opuesto al fluir temporal convencional, a veces remonta el curso de la historia hacia orígenes que fechan de muy lejos. En ello, los relojes retroceden en vez de avanzar. A título de ilustración, podemos citar la escena de “Marcial donde los relojes de la casa daban las cinco, luego las cuatro y media, luego las cuatro, luego las tres y media… Era como la percepción remota de otras posibilidades.”[10]

Por lo demás, el tiempo elástico se manifiesta como el alargamiento del tiempo cronológico con una duración más rápida, una característica que veremos a través de la distancia de muchos kilómetros y ¿por qué no? de muchos meses, años y hasta siglos entre la colonia y la metrópoli.  Pues, no es de extrañar la inconformidad de este aspecto temporal con las leyes naturales espaciotemporales comunes, su inestabilidad y sus grandes facultades de transformación. Veamos ahora cómo se manifiesta esto en El reino de este mundo.

A causa de los malos tratamientos de que son víctimas los esclavos negros ante sus amos blancos, emprenden un largo y profundo viaje interior hacia África. Ésta aparece pues desde el mundo antillano con sus eminentes héroes como:

Adonhueso, el rey de Angola, el Rey Dá, encarnación de la Serpiente, que es eterno principio nunca, nunca acabar, y que se holgaba místicamente con una reina que era el Arco Iris, señora del agua y de todo parto. Pero, sobre todo, se hacía prolijo con la gesta de Kankán Muza, el fiero Muza, hacedor del invencible imperio de los mandingas, cuyos caballos se adornaban con monedas de plata y gualdrapas bordadas y relinchaban más arriba del fragor de los hierros, llevando el trueno en los parches de los tambores colgados de la cruz.[11]

 

En su presente de esclavos negros deportados a América, recurren a su glorioso pasado para mejor oponerse a sus amos blancos. De donde la coexistencia entre dos tiempos distintos, entre la vida real y triste de la servidumbre y la otra, más alegre de un pasado perdido. Luego, de dos, los tiempos pasan a tres que siguen yuxtaponiéndose. En efecto, al pasado africano ya presente en el presente americano viene a juntarse el pasado europeo, un antagonismo afro-euro-americano protagonizado por las dos mismas clases sociales: esclavos y amos. Graciela Maturo intenta aclarar este asombroso encuentro:

Carpentier presenta una violenta simbiosis de tiempos y culturas que se afirma en hechos reales aunque totalmente insólitos y sorprendentes: los negros de Haití, al protagonizar una revolución dentro del mundo blanco, irrumpen en la historia occidental desde el estático y mitológico Gran Allá, la Guinea de los mayores a la que permanecen ligados. Elementos de contratación que enfrentan de manera continua el mundo refinado y decadente del europeo Siglo de la Razón y el mundo mágico afro-americano que encarna la figura de Mackandal. [12]

 

Esta “violenta simbiosis”, supera pues el protagonismo personal – o antagonismo entre personas – para situarse en el enfrentamiento temporal ya evocado entre dos pasados – europeo y negro-africano – en un presente americano.

De manera más precisa, el conflicto afro-europeo está descrito entre menosprecio de unos y alabanzas de otros, en un tono muy de provocación, por no decir de ironía, en cuyo uso mucha dexteridad demuestra el novelista cubano:

En el África, el rey era guerrero, cazador, juez y sacerdote; su simiente preciosa engrosa estirpe de héroes. En Francia, en España, en cambio, el rey enviaba sus generales a combatir; era incompetente para dirimir litigios, se hacía regañar por cualquier fraile confesor, y, en cuanto a riñones, no pasaba de engendrar un príncipe debilucho, incapaz de acabar con un venado sin ayuda de sus monteros, al que designaban, con inconsciente ironía, por el nombre de un pez tan inofensivo y frívolo como del delfín. Allá, en cambio –en Gran Allá–, había príncipes duros como el yunque, y príncipes que eran el leopardo, y príncipes que conocían el lenguaje de los árboles, y príncipes que mandaban sobre los cuatro puntos cardinales, dueños de la nube, de la semilla, del bronce y del fuego.[13]

 

A continuación, en el mismo marco de encuentros y choques de tiempos distintos, tenemos las prácticas místico-religiosas. En Bois Caiman, presenciamos el sacrificio de un cerdo negro por una sacerdotisa negra para sellar el Pacto Mayor con las divinidades africanas, un rito sagrado celebrado en la tierra haitiana igual que hubiera sido celebrado en un santuario de África.[14]

          Más allá del contexto religioso, otro desajuste temporal se manifiesta de manera más patente entre los colonos emigrados a Santiago de Cuba donde “se anunciaba un gran baile de pastores – de estilo ya muy envejecido en París – para cuyo vestuario habían colaborado en común todos los baúles salvados del saqueo de los negros… Por primera vez se escuchaban en santiago de Cuba músicas de pasapiés y de contradanzas”[15]  Entonces, se estila en la colonia una moda musical ya muy anticuada en la metrópoli. Quizá por la distancia, el presente americano de Santiago corresponde al pasado europeo de París, el mismo pasado que revive Solimán en el Palacio Borghese en Roma ante la estatua de su antigua señora Paulina Bonaparte de quien fue el masajista. Allí, reanudando con costumbres bien aferradas en su memoria, empieza a repetir los mismos gestos que hacía antes: “Siguiendo el camino de los músculos, el relieve de los tendones, frotando la espalda de adentro afuera, tentando los pectorales con el pulgar, percutiendo aquí y allá.”[16]

Como lo notamos, Solimán está repitiendo movimientos de un tiempo bastante remoto. Esta repetición que sí corresponde a un desajuste temporal no dista mucho de ilustrar otro aspecto, es decir la circularidad que siguen las acciones y el tiempo.

 

II. 2. El tiempo circular

 

 Partiendo del compañerismo constante entre tiempo y espacio, podemos ver cierta relación entre esta forma circular del tiempo y la redondez de la tierra, es decir la forma circular que sigue el movimiento continuo de la tierra, con horas, días, meses, años, etc., que van y vienen.

De ello deducimos que no es grande la diferencia entre el tiempo cronológico o histórico y el tiempo circular. El primero se apoya en la sucesión irreversible de los días, semanas, meses, etc., con una progresión hacia el futuro mientras que el segundo está caracterizado por un vaivén que supone una falta de progresión. Las siguientes palabras de Carpentier tocan a este aspecto rutinario de la historia: “Historia que era la suya puesto que ella desempeñaba un papel, era historia que se mordía la cola, se tragaba a sí misma, se inmovilizaba cada vez, era un mismo desfile de uniformes y levitas…”[17]  

El tiempo circular abarca todo el relato de El reino de este mundo desde su comienzo hasta su final. La circularidad se nota en la repetición de las mismas situaciones y acciones. El punto central en torno al cual gira el círculo aquí es la esclavitud. Es el caso de Ti Noel, Mackandal y otros muchos que son esclavos de Monsieur Lenormand de Mezy,[18] también uno de los muchos amos de la colonia, como lo podemos notar en esta escena de la Plaza Mayor: “Conducidos por sus amos y mayorales a caballo, escoltados por guardias con armamento de campaña, los negros iban ennegreciendo lentamente la Plaza Mayor”.[19]

Esta situación sigue hasta la emigración de los colonos blancos a Santiago de Cuba de donde obtiene Ti Noel una libertad que no es más que provisional:

Estos desafortunados se debatían en un círculo de miserias, sin que nada pudiese hacerles escapar. La paz era amenazadora como la guerra, la guerra inútil como la paz. Cada esfuerzo les sumergía más profundamente en el abismo de maldades que debía devorarles hasta el último.[20]

 

Más tarde, después de la independencia de Haití, precisamente en 1811, Henri Christophe toma el relevo de los colonos blancos.  Ti Noel quien piensa hallarse en “una tierra en que la esclavitud había sido abolida para siempre”[21] está maravillado ante el triste espectáculo siguiente:

Mucha gente trabajaba en esos campos, bajo la vigilancia de soldados armados de látigos que, de cuando en cuando, lanzaban un guijarro a un perezoso. “Presos”, pensó Ti Noel, al ver que los guardianes eran negros, pero que los trabajadores también eran negros.[22]

         

Es obvio que el tiempo de la gente de la colonia no cambia. El mantenimiento de la misma esclavitud (a veces peor) remite a épocas ya vividas y que se repiten. Henri Christophe, a su vez, deja paso a gobernantes mulatos nada distintos de los tiranos anteriores porque con éstos también “las tareas se habían vuelto obligatorias y… el látigo está ahora en manos de Mulatos Republicanos, nuevos amos de la Llanura del Norte.”[23]

          Detengámonos en una escena muy ilustrativa de la circularidad del destino en El reino de este mundo. Cuando las difíciles obras de construcción de la ciudadela La Ferrière, Ti Noel, arrestado por los guardias, está sometido a una muy agotadora tarea de subir y bajar una montaña:

Por la tarde se le llevó con otros presos, hasta el pie del Gorro del Obispo, donde había grandes montones de materiales de construcción. Le entregaron un ladrillo.

- ¡Súbelo! … ¡Y baja por otro!

- Estoy muy viejo.

Ti Noel recibió un garrotazo en el cráneo. Sin objetar más, emprendió la ascensión de la empinada montaña, metiéndose en una larga fila de niños, de muchachas embarazadas, de mujeres y de ancianos, que también llevaban un ladrillo en la mano[24]

 

Esta trágica escena, que reproduce el Mito de Sísifo descrito por el escritor francés Albert Camus, pone de realce la permanente existencia del sufrimiento en este mundo de abajo, un mundo donde las masas humildes no pueden aliviarse de la piedra del martirio y tienen que seguir con él el círculo sin cesar de su destino de haitianos.

Por fin, la circularidad del tiempo y de los acontecimientos puede completarse por una serie de ciclos o secuencias de actuaciones sobre cuyos contenidos no vamos a insistir por temor a repetirnos. Se trata de los ciclos respectivos de Mackandal, de Bouckman, de Paulina y General Leclerc, y del saqueo del palacio de Sans Souci que termina por el suicidio del monarca negro Henri Christophe.[25] Por supuesto, cada ciclo desemboca en el restablecimiento de la esclavitud.  

 

III. La intemporalidad

 

A este nivel llegamos al final de un proceso que hemos seguido desde el principio de este estudio, es decir desde la presentación del tiempo cronológico histórico. Es precisamente detrás de este largo proceso marcado por la permanencia del sufrimiento donde se ha de buscar el sentido de la intemporalidad.

 

III. 1. El sentido de la intemporalidad

 

La intemporalidad consiste precisamente en el rechazo del tiempo cronológico o, más bien, en la demostración de la falta de pertinencia de éste como forma de aprehensión de la vida del pueblo haitiano que es una vida de esclavos de siempre bajo una tiranía permanente que no deja de regenerarse en distintos responsables del poder político y económico. Es pues un tiempo interior que viven los negros víctimas de la explotación colonial y postcolonial, renunciando a una vida fea e insoportable y refugiándose en una memoria colectiva salvadora o, más bien, una representación desde dentro de las glorias de un mundo perdido.

          Como es de notar, el tiempo elástico y el tiempo circular que acabamos de ver participan con creces en el desarrollo del proceso y, por lo tanto, enriquecen el cuestionamiento que lo sustenta.

 Para traducir la ya evocada negación de la forma cronológica de la historia de la colonia haitiana en sus aspectos más determinantes y populares, recurrimos a la expresión “tiempo psicológico o mítico”.  En efecto, este tiempo mantiene una relación constante con la psicología y el ambiente interior de los esclavos con creencias y convicciones propias que les conectan no sólo con divinidades suyas sino también con seres humanos que para ellos encarnan la sabiduría y la fuerza, la valentía y el espíritu elevado, virtudes imprescindibles para su muy deseada salvación.

Por lo que al mito respecta, encontramos en el Petit Robert la definición siguiente: “Récit fabuleux, transmis par la tradition, qui met en scène des êtres incarnant sous une forme symbolique des forces de la nature, des aspects de la condition humaine”.

Al aspecto fabuloso y al simbolismo muy destacados aquí, el Diccionario de la Real Academia Española agrega una como negación del tiempo histórico: “Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico”.

 A partir de estas definiciones y, más precisamente, de esta última con su muy interesante alusión al tiempo, damos un pequeño salto para entrar en el contexto mágico-religioso que tanto determina la intemporalidad que planteamos. Se trata del tiempo de los grandes hombres, de los héroes reverenciados por los esclavos negros desde su lejana África hasta su América presente.

En suma, en comparación con los otros tiempos, el tiempo psicológico y mítico no conoce ningún movimiento – ni progresivo, ni regresivo, ni circular. Es decir que nada cambia. El tiempo está parado y estamos como ante una fotografía que inmortaliza hechos y hombres magnos. Veamos a continuación cómo ocurre esto.

 

III.2. La manifestación de la intemporalidad

 

La primera ilustración son aquellos ilustres hombres del África pre-colonial presentados al principio del relato. Su grandeza hace de ellos unos personajes inmutables cuyas virtudes no dejan de elogiar los esclavos. Así pueden despojarse de aquel pasado de mil trescientos veinte y aun antes gracias al “pacto (sagrado que) se ha sellado entre los iniciados de acá y los grandes loas del África”. El pasado está aún presente en la memoria de los negros que conviven con reyes de la estirpe del ya mencionado Kankán Muza. Hablando de aquellos príncipes que eran tan fuertes y valientes como los más temibles y regios animales de las selvas y sabanas africanas, no podemos dejar de pensar en el eminente personaje de Mackandal que, por lo que ha cumplido, ocupa ya su reservado asiento en el inmutable mundo del tiempo detenido, un mundo mítico sostenido por las fuerzas sagradas y ocultas del Vodú[26].

Graciela Maturo confirma la particular notoriedad del manco: “Figura arquetípica de esta conjunción histórico-religiosa es Mackandal, héroe real de la insurrección haitiana (1757) elevado a la categoría de inmortal por sus seguidores.”[27]  Recordemos que las muchas metamorfosis que culminan en la escena del “vuelo” consagran a este personaje un estatuto inasequible y eterno.[28] Su combate fue también el de Bouckman, un combate entre la razón cartesiana y el irracionalismo religioso afro-americano, una lucha fuera del tiempo ya que “nadie hacía caso de los relojes, ni las noches terminaban porque hubiera amanecido”[29]        

 

Conclusión

 

Asentamos nuestra conclusión en el personaje de Ti Noel quien, por estar en todo el relato, ilustra al mismo tiempo la temporalidad y la intemporalidad. En efecto, tras vivir como un protagonista pasivo en todo el reino del mundo haitiano en los aspectos más cronológicos y repetitivos – circulares pues – de una existencia de sufrimiento caracterizada por una esclavitud permanente, se proyecta hacia la intemporalidad, según el mismo Carpentier: “Comenzaba a cobrar la certeza de que tenía una misión que cumplir, aunque ninguna advertencia, ningún signo, le hubiese revelado la índole de su misión.”[30]

          Su decisión final de ingresar en la intemporalidad del mundo eterno y mágico resulta de una desilusión suya provocada por una real desconfianza para con todos los seres humanos en su conjunto. Más precisamente, a la llegada de los agrimensores, el antiguo esclavo se deshace de su vestidura de hombre que según él “sabía traer tantas calamidades”[31] Así sigue su viaje mítico por el tiempo y “se sorprendió de lo fácil que es transformarse en animal cuando se tienen poderes para ello…”[32]

          A partir de este momento, Ti Noel se mueve por un mundo mitológico. Pero sus transformaciones ya no son un medio de evasión sino de lucha y de enseñanza. Cuando declara la guerra a los Republicanos Mulatos, la naturaleza acude a su ayuda por una tormenta que lo hace desaparecer todo. Vuelto luego ave, abre simbólicamente sus plumas en forma de cruz, “una cruz de plumas que acabó por plegarse y hundir su vuelo en las espesuras de Bois Caiman.”[33] Esta última elevación de Ti Noel lo eterniza para siempre conforme al sentido de su sagrado nombre:

Asume el sufrimiento y la lucha de su raza y se vuelve redentor y libertador de ella. O eventualmente, del hombre como tal (Recordemos el valor simbólico de su nombre: Noël significa en francés Navidad, cuando nace el redentor cristiano.) El personaje de Ti Noel llega a ser por un instante la concentración simbólica de la esencia de la historia del hombre, o sea, de la historia y del hombre[34]

 

 

Bibliografía

 

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[1] Hispanista, Profesor Universidad Gaston Berger, Saint-Louis, Senegal; Becario de la Agencia Española para Cooperación Internacional y el Desarrollo (A.E.C.I.D), Octubre-Diciembre de 2010 (Universidad Complutense de Madrid).

[2] Prólogo de la primea edición de El reino de este mundo, Historia y mito en la obra de A. Carpentier, p. 72.

[3] “Confesiones sencillas de un escritor barroco” en  Homenaje a A. Carpentier. New York: Editor General Helmy F. Giacoman LAS AMERICAS PUBLISHING CO., 1970, p. 23.

[4] Vargas Llosa, Mario. García Márquez: Historia de un deicidio. Barcelona: Barral Editores, 1970.

[5] Mocega, Gonzalo Esther P. La narrativa de A. Carpentier, el concepto del tiempo como tema fundamental (ensayo de interpretación y análisis). New York: Torres Library of Literary Studies, 1975, p. 90.

[6] “El novelista no pudo fabular minuciosamente el dinamismo histórico de esos sesenta años en una novela tan corta… entresaca los episodios de las revoluciones haitianas que más le subyugaran.”, Ibid., p. 90.

[7] Volek, Emil, “Análisis e interpretación de El reino de este mundo en Homenaje a A. Carpentier, Varias interpretaciones en torno a su obra. New York: Editor general Helmy F. Giacoman, Las Américas Publishing C.O., 1970, p. 151.

[8] Carpentier, Alejo. El reino de este mundo: Barcelona-Caracas-México: Biblioteca Breve de Bolsillo, Seix Barral, 1969, p. 144.

[9] Volek, Emil, op. cit., p. 151.

[10] Carpentier, Alejo. Viaje a la semilla, in Tiempo y Narración de Pedro Ramírez Molas, Madrid: Gredos, 1978, p. 57.

[11] Carpentier, Alejo. El reino de este mundo, ed. cit., p. 12

[12] Maturo, Graciela, “Religiosidad y liberación en El reino de este mundo” in Historia y mito en la obra de A. Carpentier.  Zulma Palermo. Buenos Aires: Ed. Fernando Cambeiro, 1972, p. 73.

[13] Carpentier, Alejo. El reino de este mundo, ed. cit., p. 13.

[14] Ibid., pp. 51-54.

[15] Ibid., p. 65.

[16]Ibid., p. 130.

[17] Se trata de la historia del Dictador en El Recurso del Método de A. Carpentier, México: Siglo Veintiunos Editores S.A., 1971.

[18] Carpentier, Alejo. El reino de este mundo, ed. cit., p. 21.

[19]Ibid., p. 39.

[20] Regnault, Elias. Histoire des Antilles. Paris: Edit. Imprimeur de l’Institut, 1849, p. 12.

[21] Carpentier, Alejo. El reino de este mundo, ed. cit., p. 83.

[22] Ibid., p. 88.

[23] Ibid., p. 138.

[24] Ibid., pp. 90, 91

[25] Mocega, Gonzalo Esther P. op. cit., pp. 101-115.

[26] Métraux, Alfred. Vod. Buenos Aires: Ed. Sudamenricana, 1963, p. 9. Véase también a Roger Bastide, Las Américas Negras, Madrid: Alianza Editorial, 1968.

[27] “Religiosidad y liberación en El reino de este mundo”, ed. cit., p. 74.

[28] Carpentier, Alejo. El reino de este mundo, ed. cit., pp. 31-34.

[29] Maturo, Graciela. op. cit., p. 80.

[30] Carpentier, Alejo. El reino de este mundo, ed. cit., p. 134.

[31]Ibid., p. 139.

[32]Ibid., p. 139.

[33]Ibid., p. 145.

[34] Volek, Emil. op. cit., p. 162.