Sur le fil...

Safara n°22 est désormais disponible...

Note utilisateur: 1 / 5

Etoiles activesEtoiles inactivesEtoiles inactivesEtoiles inactivesEtoiles inactives
 

 

  Télécharger l’article en version PDF

Résumé

Cet article est une étude du rêve érotique dans Aventurarse perdiendo, une nouvelle de la collection Novelas amorosas y ejemplares, de María de Zayas y Sotomayor. Il s’agit d’une tentative de démonstration de l’originalité de la première romancière espagnole qui se démarque de la tradition littéraire castillane du XVIIe siècle quant au topique de l’amour onirique. Ce travail essaie aussi de mettre en exergue l’intégration, dans la thématique du rêve érotique, d’éléments appartenant à l’univers du subconscient, ce qui constitue une sorte d’anticipation sur la pensée de Freud, une nouveauté que María de Zayas apporte au genre littéraire de la nouvelle. Dans la première partie de cette étude nous revenons sur la présence du rêve amoureux dans la littérature espagnole antérieure à la nouvelliste afin de bien identifier, dans la deuxième partie, l’originalité de María de Zayas et son apport au genre qu’elle a cultivé.

Mots clé: nouvelle,  rêve, amour, érotisme, Siècle d’Or, subconscient.

 

Resumen

Este artículo es un estudio del sueño erótico en Aventurarse perdiendo, un relato de la colección Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas y Sotomayor. Se trata de un intento de demostración de la originalidad de la primera novelista española en cuanto al manejo del tópico del amor onírico. El presente trabajo intenta destacar la integración, en la temática del sueño erótico, de elementos sacados del universo de la subconsciencia, lo cual constituye una especie de anticipación sobre el pensamiento de Freud, una novedad que María de Zayas introduce en el género literario de la novela cortesana. En la primera parte de este estudio, volveremos sobre la presencia del sueño amoroso en la literatura española anterior a la escritora a fin de identificar, en la segunda parte, la originalidad zayesca y su aportación al género que ha cultivado.

Palabras clave: novela, sueño, amor, erotismo, Siglo de Oro, subconsciencia.  

 

 

A pesar de los importantes trabajos que se han adelantado sobre doña María de Zayas y su novelística, esta sigue brindándonos sustancias literarias que merecen un detenimiento de los estudiosos. Nuestra reflexión sobre el binomio sueño-amor en Aventurarse perdiendo entra en la perspectiva de seguir escudriñando los temas y artificios con los que la escritora ha hilvanado sus obras y que, hasta aquí, no han sido objeto de profundo análisis. La temática del sueño tiene una larga tradición en la literatura española y ha sido plasmada desde varias perspectivas. Sin embargo, la índole de los sueños literarios varía según los autores y las épocas[1]. Así, por cuestiones de coherencia y de delimitación temática, nuestro trabajo versará sobre la literatura española áurea centrándose esencialmente en el planteamiento del sueño amoroso y erótico en Aventurarse perdiendo de doña María de Zayas y Sotomayor. El objetivo de este artículo es llegar a demostrar cómo la escritora se desmarca de sus contemporáneos rompiendo los cánones prefabricados por sus predecesores en la plasmación del tópico del amor onírico. La crítica histórica será el pilar de nuestra metodología. La aplicación de dicho método de análisis literario nos permitirá, en la primera parte de nuestro estudio, recorrer el itinerario del sueño erótico en la literatura española del Siglo de Oro. En el segundo apartado que dedicaremos al análisis del sueño amoroso en Aventurarse perdiendo, el mismo enfoque metodológico seguirá siendo el carril sobre el que rodará nuestra interpretación de la recreación del tópico. Intentaremos desvelar cómo la escritora convierte lo subconsciente en el nuevo hilo que enriquece el tejido novelístico del amor onírico en ese relato.   

 

 

I- El sueño erótico como tópico en la literatura española áurea

La cabida que tiene el sueño en la literatura se remonta a la antigüedad grecolatina y casi se ha hecho un hueco en la mayoría de las corrientes literarias que a lo largo de los siglos han marcado la historia de la literatura. En la poética española áurea lo onírico era una de las materias con las que los escritores acuñaban sus obras. El recién estudio de Antonio Alatorre titulado El sueño erótico en la poesía española de los siglos de oro nos abre el abanico del erotismo onírico en el arte literario de España. El primer poema de sueño erótico en la literatura española, según revela Alatorre, es de Sem Tob a mediados del siglo XIV. Son los ocho versos siguientes:

                     En sueño una fermosa

                     besava una vegada,

                     estando muy medrosa

                     de los de su posada.

                     Fallé cosa sabrosa,

                     saliva muy temprada.

                     Non vi tan dulce cosa

                     más agra a la dexada.[2] 

 

 

La poesía de Cancionero del siglo XV también nos ha dejado poemas en los que el amante enamorado sueña de noche con la dama amada gozando de lo que de día no tiene la oportunidad. En el Cancionero General recopilado por Hernando del Castillo hay un poema de Jorge Manrique, “Vos cometistes traición”, conocido también bajo el título de “Porque estando durmiendo lo besó su amiga”, en el que un enamorado explica a su amiga –amante- cómo por la noche ella lo hirió con un beso causándole una herida que solo pueden curar otras heridas semejantes, es decir otros besos. El poema es el siguiente:

         

       Vos cometistes traición,

                     pues me heristeis, durmiendo,

                     de una herida que entiendo

                    que será mayor pasión

                     el deseo de otra tal

                     herida como me disteis,

                     que no la llaga mi mal

                     ni daño que me hicisteis.

                     Perdono la muerte mía;

                     mas con tales condiciones,

                     que de tales traiciones,

                     cometáis mil cada día;

                     pero todas contra mí,

                     porque, de aquesta manera,

                     no me place que otro muera

                     pues que yo lo merecí.

                   Más placer es que pesar

                    herida que otro mal sana

                    quien durmiendo tanto gana,

                    nunca debe despertar.[3]

         

 

 

 El mismo tema del erotismo onírico es retomado también por otros escritores como Garci Sánchez de Badajoz y Cristóbal Castillejo.  Pero el carácter erótico del sueño tuvo más envergadura en la literatura italiana que en la española. Por eso algunos versos de Cristóbal Castillejo se tildaron de atrevidos en el contexto de una España receptora del Concilio de Trento. Aunque Castillejo criticó la imitación de los modelos italianos sobre todo por Jorge Manrique, Garci Sánchez y Boscán, hasta  dedicó unas coplas al asunto (“Contra los encarecimientos de las coplas españolas que tratan de amores”), el erotismo atrevido de su Sueño refleja una influencia italiana. Sin embargo, cabe precisar aquí que eso no es contradictorio ya que Castillejo solo fustiga la excesiva imitación de las formas italianas en la poesía Cancioneril española y no el contenido. La sensualidad y la expresión sin tapujos con las que cuenta su sueño hacen pensar en la poesía erótica italiana. A continuación citamos algunos versos de dicho poema que ilustran la libertad con la que el poeta enfoca la intimidad onírica.

                     Yo, mi señora, soñaba

                     esta noche que pasó

                     que, desnudo como estaba,

                     a vuestra merced me hallaba

                     sin camisa como yo;

                     y del placer que tenía

                     {…}

                     mas, con miedo de perder

                     de gozar de tal mujer,

                     deseché los embarazos

                     y, tomándoos en mis brazos,

                     di comienzo a mi placer.

                       Los ojos gozan de veros

                     y la boca de besaros;

                     {…}[4]

 

 

El sueño opera aquí como la ocasión subconsciente de cumplir un deseo inalcanzable en estado de vigilia como lo sugieren los versos “desperté para morir, / porque vivo deseando”. El placer y la alegría experimentados al consumir el acto sexual en situación onírica contrastan con la decepción que se apodera del personaje, ya despierto, al darse cuenta de que todo se quedó en un sueño, es decir en pura fantasía. El hecho de despertarse pone fin al placer sexual del estado onírico pero enardece el anhelo de gozar de la amante en estado de vigilia. El coeficiente erótico de este sueño es sumamente elevado y por eso Alatorre lo califica de

“Moderno”, sobre todo la sensualidad, una sensualidad de lo más directo –los dos cuerpos desnudos frente a frente ni adornitos. Lo cual nos lleva al realismo, a la naturalidad de toda la escena. Todo es ficción, desde luego, pero los personajes son perfectamente verosímiles. El soñador puede ser un caballero atrevidamente prendado de una dama en “un alto estado constituida”, o un jovencito bisoño que nunca en tal se vio…[5]

 

 

Para ir acercándonos a la época de doña María de Zayas, escudriñemos la presencia del sueño amoroso y erótico en la poética de Lope de Vega y Góngora, dos figuras emblemáticas de la literatura española áurea cuyas obras conoce, sin duda, la autora de Aventurarse perdiendo. Lope compone en su comedia La batalla del honor un soneto que habla de un sueño amoroso.[6] Luis de Góngora por su parte plasmó en 1582 el poema titulado por la crítica “Ya besando unas manos cristalinas” cuyo erotismo hunde tal vez sus raíces en la tradición poética italiana a la luz de su analogía con el soneto “Son questi i bei crin d’oro onde m’avvinse” compuesto por Sannazaro. He aquí el texto gongorino:

Ya besando unas manos cristalinas,

ya anudándome a un blanco y liso cuello,

ya esparciendo por él aquel cabello

que Amor sacó entre el oro de sus minas,

ya quebrando en aquellas perlas finas

palabras dulces mil sin merecello,

ya cogiendo de cada labio bello

purpúreas rosas sin temor de espinas,

estaba, oh claro Sol invidïoso,

cuando tu luz, hiriéndome los ojos,

mató mi gloria, y acabó mi suerte.

Si el cielo ya no es menos poderoso,

por que no den los tuyos más enojos,

¡rayos, como a tu hijo, te den muerte![7]

 

 

El erotismo del poema no da cabida a ningún tapujo. El soñador y su amante viven una intimidad romántica en una escena que va graduando en sensualidad. Del besar las manos soltando palabras dulces pasan a comerse los labios. No huelga establecer el paralelismo del sueño de Luis de Góngora con el de Sannazaro que a continuación reproducimos.

Son questi i bei crin d’oro onde m’avvinse
Amor, che nel mio mal non fu mai tardo?
Son questi gli occhi ond’ usci il caro sguardo
ch’entro’l mio petto ogni altra voglia estinse?
È questo il bianco avorio che sospinse
la mente inferma al foco ove tutt’ardo?
Mani, e voi m’avventaste il crudel dardo
che nel mio sangue allor troppo si tinse
Son queste le mie belle amate piante,
che riveston di rose e di vïole
ovunque forman l’orme oneste e sante ?
Son queste l’alte angeliche parole?[8]

 

Antonio Alatorre coteja los dos poemas poniendo el énfasis en la semejanza textual en cuanto a la forma: en ambos textos hay que esperar hasta la salida del sol para darse cuenta de que es un sueño. Al respecto, escribe Alatorre:

                   

Al comienzo, los dos sonetos parecen de “descripción de una hermosa”, no de “sueño erótico”. Las manos, los cabellos de oro, la tersura de la piel, la dulzura de las palabras están en los dos. Sólo al final, con la salida del sol, vemos que se trata de un sueño.[9]

  

 

 

Las fuentes literarias de este soneto de Góngora están en Ovidio (Amores, I, 13) donde un amante cuenta cómo su noche de placer fue interrumpida. Salcedo Coronel subraya que los versos “cogiendo de cada labio bello/ purpúreas rosas sin temor de espinas” proceden del Orlando furioso del italiano Ludovico Ariosto. Y Dámaso Alonso[10] adelanta que Luis de Góngora se inspira en el “capitolo VIII” de Ariosto en el que se reprocha a la aurora levantarse temprano como lo hace también el escritor español con el sol. Ariosto escribe:

O più che ' l giorno a me lucida e chiara,

dolce, Gioconda, aventurosa notte,

quanto men ti sperai tanto più cara!

(Rime, capitoli, VIII, 1-3)

 

 

El acercamiento de los dos textos es todavía mayor con lo parecidos que son los versos “mirar le rose in su le labra sparse/ porvi la bocca e non temer de’ espini” del capitolo VIII de Ariosto y los versos 7-8 del soneto gongorino “ya cogiendo de cada labio bello/ purpúreas rosas sin temor de espinas”. La analogía es total, y eso desvela las fuentes poéticas del texto de Góngora pero también la influencia del erotismo literario italiano en la poesía española áurea. Otro poema atribuido a Luis de Góngora y recogido por Antonio Carreira reanuda con el tema del sueño erótico:

No estaba Clori, como siempre, ingrata

una noche que dio atentos oídos

a mis dulces de amor tristes gemidos,

a pesar de honestísima escarlata.

Ofrecílos al ángel que me mata,

mas dulcemente fueron admitidos

a mi constante amor y a mi fe grata.

¡Qué de quejas le di de su dureza!

¡Qué alarde hice allí de pensamientos!

¡Qué agradecida se mostró a mi llanto!

Desperté, y hallé sólo mi firmeza,

mi amor hecho ludibrio de los vientos,

Clori sorda, cual áspid, al encanto.[11] 

 

 

El breve recorrido de la presencia del sueño amoroso y erótico en la literatura española anterior a María de Zayas y Sotomayor demuestra que la temática goza ya de una larga tradición. Sin embargo, en todos los ejemplos que venimos estudiando y en otros textos a los cuales no hemos podido detenernos por no ser el objeto del presente trabajo, el soñador es siempre varón. Y en ello se tiene que buscar la peculiaridad de María de Zayas. En Aventurarse perdiendo, el personaje que hace el sueño amoroso es una mujer llamada Jacinta. Hay pues una inversión por parte de la escritora de otro paradigma ya preestablecido por la tradición poética del Siglo de Oro. La mujer que siempre ha sido el objeto con el que sueñan los hombres enamorados para satisfacer sus deseos libidinosos se convierte en la soñadora perseguidora de su fantasma. Esta disidencia zayesca dimana de su feminismo que ratifica en toda su novelística con el planteamiento de muchos tópicos literarios de su época. A continuación iremos profundizando la reflexión sobre la manera de enfocar el sueño amoroso en Aventurarse perdiendo.

 

 

II-El sueño amoroso en Aventurarse Perdiendo: disidencia e innovación 

La principal peculiaridad de la novela Aventurarse perdiendo respecto del resto de la primera compilación es, sin duda, su plasmación con ingredientes oníricos extraídos del mundo de lo subconsciente. Las aventuras amorosas de Jacinta, la heroína de esta novela, echan sus raíces en las profundidades irracionales de un sueño. En efecto, la protagonista se ha enamorado de una sombra que vio mientras estaba en los brazos de Morfeo.  Hay, pues, una subversión del proceso habitual del enamoramiento. Si los personajes femeninos de Zayas suelen enamorarse en estado de vigilia, en esta novelita el amor surge en un estado de inconsciencia onírica. La propia Jacinta cuenta a Fabio: 

Diez y seis años tenía yo cuando una noche estando durmiendo, soñaba que iba por un bosque amenísimo, en cuya espesura hallé un hombre tan galán, que me pareció (¡ay de mí, y cómo hice despierta esperiencia dello!) no haberle visto en mi vida tal. Traía cubierto  el rostro con el cabo de un ferreruelo leonado, con pasamanos y alamares de plata. Paréme a mirarle, agradada del talle y deseosa de ver si el rostro confirmaba con él; con un atrevimiento airoso, llegué a quitarle el rebozo, y apenas lo hice, cuando sacando una daga, me dio un golpe tan cruel por el corazón que me obligó el dolor a dar voces, a las cuales acudieron mis criadas, y despertándome del pesado sueño, me hallé sin la vista del que me hizo tal agravio, la más apasionada que puedas pensar, porque su retrato se quedó estampado en mi memoria, de suerte que en largos tiempos no se apartó ni se borró della. Deseaba yo, noble Fabio, hallar para dueño un hombre de su talle y gallardía, y traíame tan fuera de mí esta imaginación, que le pintaba en ella, y después razonaba con él, de suerte que a pocos lances me hallé enamorada sin saber de qué, porque me puedes creer que si fue Narciso moreno, Narciso era el que vi.[12]

         

 

El simbolismo onírico del bosque, espacio donde ocurre la historia soñada, ya nos sumerge en las honduras de la subconsciencia. En efecto, en la ciencia de interpretación de los sueños, el bosque como símbolo es “un lugar de pura experiencia de acercamiento a lo subconsciente”.[13] Eso añadido a la herida del corazón femenino por la figura masculina desconocida hace que el sueño ya involucre los elementos generadores de una incontrolable pasión amorosa.  Por eso, unos días después del sueño, Jacinta encuentra a don Félix y se enamora locamente de él pensando haber encontrado al hombre de su visión onírica. Sin embargo, ese amor no es ordinario; es motivado y avivado por una poderosa fuerza subyacente que trasciende la expresión de un simple sentimiento o flechazo. Cuando Jacinta ve a don Félix sus emociones experimentadas en la realidad onírica suben a la superficie de la realidad de vigilia, gracias a la reminiscencia, y convierten, así, al hombre en el objeto deseado.

Vi en efecto el mismo dueño de mi sueño, y aun de mi alma, porque si no era él, no soy yo la misma Jacinta que le vió y le amó más que a la misma vida que poseo. -refiere ella.[14]

 

 

Incluso dice a don Félix que su amor es anterior al conocimiento de ambos: “Yo os quiero, no tan sólo desde el día que os vi, sino antes.” (I, 51). Su arrebato de amor es tan fuerte que la heroína no dudará en franquear los límites de la moral imperante y del código del honor solo para poseer a don Félix. En efecto, la evasión de Jacinta de la casa de sus padres para fugarse con su amante mancha su propia reputación y deshonra también a su familia. Pero la heroína pasa de todo porque no goza de su entera libertad en ese amor predestinado que se acabará con la muerte de don Félix sin que Jacinta tenga nunca la posibilidad de disfrutar de su amante. Cada vez que la protagonista ha estado a punto de gozar de su amor con don Félix, ha surgido un obstáculo, como si ella estuviera condenada a amar pero sin tener el placer. Aquí se puede establecer un paralelismo entre el sueño y la realidad. El sueño se interrumpió cuando Jacinta estaba a punto de satisfacer el deseo de ver la cara de la figura soñada. En su amor con don Félix también la muerte del amante llegó cuando estaban a punto de cumplir el tiempo de separación de cuerpos recomendado por el Papa por el anterior estado religioso de Jacinta. En ambos casos, la historia se remata en un momento culminante de espera de la realización de un deseo íntimo. Así que ese amor nunca se consumirá. Todos esos fracasos de la heroína se deben al hecho de que el amor que la mueve es un amor imposible, el amor a algo que no tiene existencia, el amor a una sombra. En los siguientes versos ella expone las razones que hacen imposible su amor:

                             

Yo adoro lo que no veo

y no veo lo que adoro,

de mi amor la causa ignoro

y hallar la causa deseo.

Mi confuso devaneo

¿quién le acertará a entender?,

pues sin ver, vengo a querer

por sola imaginación,

inclinando mi afición

a un ser que no tiene ser.[15]

 

 

El juego de contrarios de tipo petrarquesco (“Yo adoro lo que no veo/ y no veo lo que adoro”) pone el énfasis en la irracionalidad de la pasión amorosa de la heroína. La vista, primer sentido corporal que entra en acción en materia de amor, está ausente en la inclinación sentimental de Jacinta como se puede notar en el poema con el empleo del verbo ver siempre en forma negativa (“lo que no veo”/ “y no veo”/ “pues sin ver”). Es, pues, un amor ciego incontrolable por su víctima. La mitología grecolatina nos ha brindado casos de amor inverosímiles como “Pigmaleón que adoró la imagen que después Júpiter le animó; y el mancebo de Atenas, y los que amaron el árbol y el delfín”[16]. Pero, por lo menos, en esos ejemplos de amor increíbles la cosa querida tiene forma, todo lo contrario en el caso novedoso de Jacinta que se enamora de una sombra, es decir algo imaginario que “no tiene ser”. Por eso su amor con el caballero puede interpretarse también como una manera, por parte de Jacinta, de buscarle forma y vida reales a su fantasma gracias a la descodificación de los símbolos oníricos que le intuyen que la figura del sueño es don Félix. Todo eso hace de esta relación una persecución del fantasma. 

La actuación de la protagonista bajo el impulso subconsciente arroja a la narración ingredientes que “parecen directamente extraídos del consultorio siquiátrico de algún estudioso de Freud”[17]. Zayas ha enfocado el asunto onírico desde una nueva perspectiva hasta entonces desconocida en la novelística española. El hecho de buscar la explicación de los comportamientos humanos en la inconsciencia onírica es una aportación zayesca a la literatura española áurea. En Aventurarse perdiendo el sueño es la palanca que arranca la narración y regula el dinamismo de la intriga. La intensidad con la que la heroína se entrega al universo amoroso se fundamenta y se solidifica en la visión onírica. Gracias al sueño, atizador de las llamas amorosas, Jacinta ha transformado al hombre en  un objeto erótico apasionadamente deseado. Lo cual deja bien sentado que las protagonistas de Zayas “no sólo son deseadas sino que desean, y, si son objeto del varón, éste puede ser igualmente objeto erótico suyo”[18]. En ese aspecto, la escritora rompe los moldes predefinidos por la tradición novelística cortesana que quiere que el hombre sea el verdadero conquistador de la mujer. 

En realidad, el sueño es el único carril sobre el que rueda toda la historia de Jacinta con don Félix porque si la relación nació de una visión onírica, esta quitará a la heroína a su amante. Un sueño premonitorio ha anunciado a Jacinta la futura muerte de don Félix.

…una noche, que parece que el sueño se había apoderado de mí más que otras (porque como la Fortuna me dio a don Félix en sueños, quiso quitármele de la misma suerte) soñaba que recebía una carta suya, y una caxa que a la cuenta parecía traer algunas joyas, y yéndola a abrir, hallé dentro la cabeza de mi esposo.[19]

 

 

Al día siguiente, Jacinta salía de su casa con sus compañeras y ella oyó una voz que le decía: “Muerto es, sin duda, don Félix, ya es muerto.”[20]. Y poco después, llegó la noticia de la muerte de don Félix que se había ahogado en la Mamora. Esa voz mística que viene a confirmar lo soñado por la protagonista antes de que ocurra en la realidad de vigilia añade a lo onírico una nota sobrenatural.  

Al hacer del sueño la base subterránea de toda la intriga novelesca, Zayas maneja el tópico literario de lo maravilloso, un terreno ya arado por sus predecesores. Lo cual viene del hecho de que “es propensión esencial de la imaginación española el tratar lo maravilloso, no como puramente fantástico, sino como una realidad extraordinaria, una segunda realidad.”[21] La presencia del artificio sobrenatural responde, pues, a una voluntad de seguir los cánones preestablecidos por Cervantes, principal teórico de la novela en España. Pero sí, hay un toque personal de Zayas que parece anticipar algún pensamiento de Freud. 

El estudio del sueño amoroso en Aventurarse perdiendo nos ha dejado bien claro que la temática del amor onírico fue tratada por varios escritores anteriores a María de Zayas. De procedencia italiana, el sueño erótico acabó convirtiéndose en un tópico trillado en la literatura española clásica. Su manejo por los grandes escritores españoles del Siglo de Oro es un barómetro para evaluar el diálogo intertextual entre la Italia y la España de la época. La primera parte de nuestro trabajo ha desvelado que los predecesores de nuestra novelista manejaban el tópico del sueño erótico sin mayores modificaciones. En sus obras el hombre ha sido siempre el protagonista del sueño erótico. Ese repaso del erotismo onírico nos ha permitido también disponer de elementos comparativos que dejan escuetas las innovaciones de la escritora.

El análisis del planteamiento del tema del sueño amoroso en Aventurarse perdiendo nos ha llevado a la conclusión de que esta novela es particularmente atípica. La integración de la inconsciencia onírica como materia prima en la acuñación de ese relato demuestra todo el ingenio novelístico de María de Zayas que parece ir por delante de su época. El tema del amor fundamentado en lo irracional onírico que condiciona el comportamiento humano no tiene antecedentes en el llamado género cortesano.

En Aventurarse perdiendo, María de Zayas ha recreado el tema con más trascendencia arropándolo con materiales extraídos del mundo de la subconsciencia. La mujer deja de ser, en el estado onírico, la pasiva procuradora de placer al hombre; ahora es ella la soñadora que goza del varón. El atisbo psicológico en el que está envuelto el enfoque del tema del sueño amoroso es pues una novedad zayesca. Esperamos pues que nuestro trabajo contribuya a desplegar ese otro aspecto poco estudiado en la novelística de María de Zayas y Sotomayor.    

 

 

Bibliografía

-ALATORRE, Antonio. El sueño erótico en la poesía española de los siglos de oro. Mexico: Fondo de Cultura Económica, 2003.

-ALONSO, Dámaso. «La musa de Góngora al servicio de algunos poderosos», apartado de «Un soneto mal atribuido a Góngora» en Estudios y ensayos gongorinos. Madrid: Gredos, 1982.

-ARIOSTO, Ludovico. Orlando Furioso. Milano: Edizione di E. Sanguinetie M. Turchi, Garzanti, 1964.

-BECCARIA LAGO, María Dolores. “Cinco poemas inéditos de Castillejo” en Boletín de la Real Academia Española. vol. 67 (1987), p. 70-71.

-CARREIRA, Antonio. Nuevos poemas atribuidos a Góngora. Barcelona: Sirmio, 1994.

-FREUD, Sigmund. Introduction à la psychanalyse. Saint-Amand-Montrond: Editions Payot, 1991. Traducción francesa de S. Jankélévitch.

-GOYTISOLO, Juan. “El mundo erótico de María de Zayas”, en Disidencias, Barcelona: Editorial Seix Barral, S. A., 1978.

-MENÉNDEZ  PIDAL, Ramón. Los Españoles en la Literatura. Madrid: Espasa-Calpe, Segunda edición, 1971.

-ROMEY, Georges. Dictionnaire de la symbolique des rêves. Paris : Albin Michel, 2005.

-ZAYAS Y SOTOMAYOR, María de. Novelas amorosas y ejemplares. Madrid: Aldus, S. A., 1948, Ed. De Agustín Gónzalez de Amezúa. 

 

 

Webografía

-OVIDIO. Amores. Edición electrónica de Ebooks descargada en PDF el 14 de enero de 2012.

-MANRIQUE, Jorge. Obras amatorias. Versión electrónica consultada  el 15 de octubre de 2012 en www.biblioteca-antologica.org.


* Section d’Espagnol, Université Gaston Berger de Saint-Louis, Sénégal.

[1] Cabe mencionar aquí que nuestro estudio se centra exclusivamente en el sueño amoroso y erótico. Así que no se trata aquí del sueño de tipo calderoniano o unamuniano. 

[2] El poemita es reproducido por Antonio Alatorre en El sueño erótico en la poesía española de los siglos de oro. Mexico: Fondo de Cultura Económica, 2003, p.15.

[3]Jorge Manrique. Obras amatorias, versión electrónica consultada  el 15 de octubre de 2012 en www.biblioteca-antologica.org.

[4]Este poema es reproducido por Antonio Alatorre en op. cit., p.29.

[5] Antonio Alatorre. El sueño erótico en la poesía española de los Siglos de Oro. Mexico: Fondo de Cultura Económica, 2003, p.31.

[6] Dicho poema es reproducido por Antonio Alatorre en op. cit., p.100.

[7]Poesía de Góngora, versión electrónica de EBOOKS descargada el 22 de abril de 2010.

[8]Poesía de Sannazaro. Versión electrónica de EBOOKS descargada el 11 de octubre de 2012.

[9] Antonio Alatorre. op. cit., p. 102-103.

[10]Alonso Dámaso. Obras completas de Góngora, Madrid: Gredos, 1982, p.368.

[11] Antonio Carreira. Nuevos poemas atribuidos a Góngora. Barcelona: Sirmio, 1994, pp.302-303.

[12] María de ZAYAS Y SOTOMAYOR.   Novelas amorosas y ejemplares. Madrid: Aldus, S. A., 1948, ed. De Agustín Gónzalez de Amezúa, pp. 44-45. 

[13] Georges ROMEY. Dictionnaire de la symbolique des rêves. Paris: Albin Michel, 2005, p.287. NB: Las negritas son suyas.

[14]María de ZAYAS Y SOTOMAYOR.  Op. cit., pp.48-49.

[15] María de ZAYAS Y SOTOMAYOR.  de. Op. cit. P.46.

[16] María de ZAYAS Y SOTOMAYOR.  de. op. cit. P.45.

[17]  Juan GOYTISOLO. “El mundo erótico de María de Zayas”, en Disidencias. Barcelona: Editorial Seix Barral, S. A., 1978, p.97.

[18] En su acercamiento al mundo erótico de María de Zayas, Goytisolo establece: “algo más notable aún: la cruzada feminista de María de Zayas no descuida, como pudiera creerse, la exigencia sexual. Las heroínas zayescas no tienen sin duda la franqueza y osadía de la Lozana cuando, encomiando los buenos servicios de su amante Rampín, afirma que ella tenía apetito desde que nació; pero, como Aldonza, no se contentan con ser objeto pasivo del placer del hombre: es decir, no sólo son deseadas sino que desean, y, si son objeto erótico del varón, éste puede ser igualmente objeto erótico suyo. Como es obvio, las normas sociales y morales de la época andaban a mil leguas de las de la Roma que conoció Delicado, y el código que la autora y sus heroínas acatan imponía todo género de cautelas.” GOYTISOLO, Juan, “El mundo erótico de María de Zayas” en Disidencias. Barcelona: Editorial Seix Barral, S. A., 1978, pp.96-97.

[19]María de ZAYAS Y SOTOMAYOR.  de. op. cit. P.67.

[20]Ibidem, P.68.

[21]MENÉNDEZ PIDAL, Ramón.  Los Españoles en la Literatura. Madrid: Espasa-Calpe, Segunda edición, 1971, p. 99.